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El retorno de las musas

El retorno de las musas. Ficciones y reflexiones desde el museo

VV.AA.. Narrativa breve ilustrada. 1 Edición 2017. Cartoné. 15x21 cm. 372 p. ISBN: 978-84-9447013-5-1

Los museos son lugares que albergan cosas extraordinarias y para quienes trabajamos en ellos, la cotidianidad que supone gestionar lo extraordinario hace que, de alguna manera y casi sin darnos cuenta, estas cosas extraordinarias por las que un más que importante número de personas pagan, hacen cola y se maravillan, a nosotros ya no nos sorprendan, porque inevitablemente en algún momento de nuestra vida laboral lo excepcional se nos convirtió en corriente, y lo inusual en cotidiano. Y no es que hayamos perdido la sensibilidad para seguir valorándolas, sino que quizás ya no somos capaces de encontrar el tiempo o las ganas necesarias para distanciarnos lo suficiente y verlas de otra forma, de aquella que teníamos cuando solo éramos público y no profesionales. Ocurre lo mismo con nuestras dinámicas habituales, que formando parte de un engranaje común, no parecen ser conscientes de pertenecer al mismo mecanismo. Sin embargo ninguna pieza es prescindible, sino que muy al contrario, todas son indispensables para que, día tras día, se puedan abrir las puertas de nuestros museos.
Esta iniciativa que ahora se presenta, no persigue acabar con nuestra inmunidad ante lo fabuloso, ni siquiera pretende que las cosas dejen de repente de ser como son. Si eso fuera posible, con toda probabilidad no lo habríamos inventado nosotras, pero aun así, era nuestra obligación hacer algo por intentarlo. Por eso, El retorno de las musas. Ficciones y reflexiones desde el museo es el resultado de un atrevimiento, de una ilusión largamente acariciada por querer disolver las fronteras que separan la creación literaria de la producción académica o la expresión artística; es la intención de utilizar una palanca que sirva para abrir la puerta a un más amplio espectro de aportaciones ―hasta ahora silenciadas, aunque enormemente válidas desde nuestra perspectiva―, para que contribuyan a entender, valorar y conocer mejor, tanto las tareas más visibles y previsibles del museo, como las más ignoradas y anónimas.
Cierto es que los problemas más recurrentes de la museología contemporánea exigen estudios sesudos y contrastados que permitan acotar dentro de un marco teórico preciso las líneas de investigación, las tendencias museográficas y las metodologías más novedosas en el panorama museológico internacional. Estas cuestiones, si bien son de enorme importancia e imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestros museos, no están dentro de los objetivos de este proyecto, o al menos, no de la forma ni en los cauces por los que habitualmente transita esta clase de producciones académicas. Sin embargo, no es menos cierto que durante décadas, la literatura especializada en estudios de museos ha sido enormemente prolífica y variada y que, desde las corrientes derivadas de la llamada Nueva Museología a mediados del siglo pasado, hasta las más actuales directrices propugnadas por la Museología Crítica, el recorrido ha sido largo, las intenciones ambiciosas, pero los resultados desiguales.
Actualmente, decenas de miles de museos en el mundo coexisten con naturalezas y orientaciones de lo más variopintas, y si bien hay un buen número de ellos que se incorporan a las líneas más exigentes de la museología contemporánea, lo cierto es que de igual forma existen otros que mantienen anacrónicas estructuras y obsoletos planteamientos. ¿Qué es entonces lo que hace que unos museos que se sitúan a la vanguardia de la museología, puedan compararse en cantidad de visitantes y calidad de sus exposiciones y servicios, con otros que se han mantenido inmutables en el tiempo? La respuesta no debe ser sencilla, como tampoco lo es el tipo de público que opta por unos u otros museos en función de sus preferencias y circunstancias.
Lo que sí parece desprenderse de esta cuestión es que, a pesar de disponer de tantas aportaciones bibliográficas e investigaciones en la materia, y a pesar de organizarse año tras año un ingente número de congresos, cursos o masters especializados, la inercia de los actuales museos y la de los especialistas en museología, parece ser la de continuar caminando por senderos que se bifurcan y separan la teoría museológica de la práctica museística, la universidad del museo, las políticas culturales del conocimiento experto, produciéndose de esta forma reflexiones académicas y de alto nivel por un lado, y proyectos, exposiciones, actividades y servicios para concomitar con el público, por otro. Conscientes de esta importante brecha, la idea de intentar escuchar otras voces antes nunca interpeladas, de las maneras con las que más fácilmente se pudieran comunicar, comenzó a tomar cuerpo.
Entendiendo que el desconocimiento de gran parte de un colectivo dedicado desde distintas áreas y con diferentes funciones a hacer girar la maquinaria museo ―incluso perteneciendo en ocasiones a las mismas instituciones―, condenan a la invisibilidad a personas y trabajos imprescindibles para su funcionamiento, y asumiendo que la forma de hacer visible su presencia y manifestar sus inquietudes, no podría estar al alcance de cualquiera en un plano de igualdad, nos llevó a la conclusión de que el primer paso que habría que dar para animar a la participación de este proyecto, era el de eliminar la especialización y la experticia en la medida de lo posible, pues solo así, se podría garantizar una participación más nivelada e integradora. En consecuencia, la invitación a colaborar proponía aportaciones que pudieran abarcar desde la ficción hasta la reflexión, pasando por la ilustración, la poesía, cualquier forma de arte o cualquier propuesta interesante que admitiera una edición.
Indudablemente, con esto no íbamos a lograr aportar nada sustancioso a la disciplina de la museología entendida en su acepción más estricta, pero sí confiábamos en que el conocer otras habilidades, ideas, destrezas u opiniones de quienes participaban, podría ser una buena oportunidad para respetar, entender y desde luego conocer mejor a la cantidad de seres invisibles que están detrás de las recepciones, debajo de decenas de documentos administrativos, sumergidos en los almacenes de colecciones, envueltos de cubos y cepillos, navegando en un océano de escolares o forcejeando con la resina, la arcilla o el formol, entre otras muchísimas dedicaciones. Personas y trabajos que podrían mejorar sustancialmente si hubiera con más frecuencia canales de comunicación más fluidos, democráticos y respetuosos y, con su mejoría, también la de nuestros museos.
El inicio de esta idea comenzó en 2012, cuando un grupo de compañeras trabajadoras de museos nos sorprendimos al caer en la cuenta de que teníamos la misma afición por inventar y escribir historias. A partir de ahí, sólo fue cuestión de tiempo el que la propuesta de unir ficción, reflexión y museos apareciera como el denominador común que abría la posibilidad de una colaboración creativa e interesante. Y lo fue, pero pronto surgió también la idea de invitar a quienes desearan participar en lo que se iba fraguando como un proyecto más ambicioso, pues la preocupación por los cortocircuitos entre las diferentes áreas y funciones de los museos era importante, y conocer a sus protagonistas, sus opiniones, sus otros yoes fuera de la mesa de escritorio y de los horarios de ocho a tres, podría ser la posibilidad de abordar los problemas, pero sobre todo las soluciones, de una forma más cercana y sensible. Más de sesenta contribuciones verdaderamente heterogéneas han sido el resultado de esta iniciativa; contribuciones que se han aceptado sin filtros ni condición, pues siendo voluntarias y sin límites de ningún tipo, entendimos que cada cual lo haría con todo el esfuerzo e ilusión de que eran capaces y, sinceramente, creemos que así ha sido.
Sin embargo, en este experimento hay una importante exclusión derivada desde el inicio mismo de esta idea surgida hace ya varios años y que, sin pretenderlo demasiado, ha acabado de esta forma; y es que somos mujeres… únicas y exclusivamente mujeres, y han quedado fuera las indudablemente valiosas aportaciones de nuestros compañeros queridos y respetados. ¿La razón? No es por nada oscuro, ni discriminatorio ―faltaría más―, ni mucho menos por defender un modelo de feminismo que se nos antoja gastado. Sencillamente surgió así, porque también se inició así, por casualidad y con un grupo de mujeres que nos sorprendimos descubriendo que teníamos en común nuestra afición a contar historias; si bien cada cual puede sacar sus propias conclusiones, como de hecho ya ha sucedido. Curiosamente, algunas personas mostraron su desacuerdo con este tipo de iniciativas “de mujeres”, manifestando que les parecía algo insustancial, ñoño y carente de un sustrato crítico mínimamente relevante.
Comentando este asunto con algunas de las participantes, nos dimos cuenta de que casi estábamos tratando de disculparnos por dejar al margen estas voces masculinas, y nos sorprendimos intentando encontrar la manera de integrarlas. En definitiva, nos vimos tratando de auto-perdonarnos por semejante descuido hasta el punto de replantearnos una integración conciliadora y justa de nuestros compañeros desairados. Sin embargo, en algún momento, algunas empezamos a caer en la cuenta de que nunca, jamás, en tanta contribución masculina en toda clase de convocatorias, foros, mesas redondas, artículos periodísticos, colaboraciones en ediciones, en definitiva, cualquier tipo de formato en donde lo relevante fuera mostrar el nombre y el cargo, acciones en las que desde siempre las aportaciones masculinas han sido infinitamente más numerosas que las femeninas, nunca, jamás, se ha visto ningún tipo de explicación, ni de justificación que hayan hecho lo propio con las voces silenciadas de las mujeres; sencillamente se asume, y no como literatura “de hombres”, sino como “Literatura” con mayúscula. Llegadas a este punto, con la misma alegría con la que iniciamos esta andadura, decidimos continuarla sin tener más remordimientos, ni más dudas sobre nuestra posición sobre la igualdad de género: lo tenemos francamente muy claro.
Por lo demás, también hay que confesar que con las valiosas aportaciones de todas y cada una de las mujeres que han hecho el esfuerzo de formar parte de esta iniciativa, algunas hemos aprendido una importantísima lección de humildad, pues ya con cierta experiencia en la creación literaria y en la edición de algunas de nuestras obras, creíamos que las contribuciones podrían estar algo desequilibradas. En definitiva, pensábamos que unas cuantas contábamos con cierta ventaja, pero, como se verá tras la lectura de estos textos, nada más lejos de lo que anticipábamos. Por el contrario, el nivel que han demostrado, aun no teniendo el hábito de escribir la mayoría de ellas, es altísimo y, desde luego, superior a las expectativas que en principio albergábamos, derrochando una imaginación y un estilo, que ya desearíamos tener unas cuantas de nosotras.
El perfil de las participantes es muy variado. Hay muchas conservadoras, pero también un importante número de mujeres que trabajan en otras áreas de los museos, como abogadas, recepcionistas, ilustradoras, limpiadoras, restauradoras, administrativas, becarias, voluntarias, periodistas, fotógrafas… Eso es importante, lo sabemos, pero en este proyecto que desde luego no es anónimo, no vamos a asociar la formación académica, los cargos que se desempeñan o la profesión, a los nombres de nuestras compañeras. Cada aportación ciertamente tiene una autoría, pero no creemos necesaria acompañarla de su profesión o dedicación, porque simplemente pensamos que es una manera de rasar el terreno de las desigualdades y de neutralizar en la medida de lo posible cualquier diferencia, pues de diferencias, como dijimos, ya vamos más que sobradas.
Con El retorno de las musas. Ficciones y reflexiones desde el museo, hemos conocido la cara oculta de un montón de personas que a diario hacen girar los mecanismos de la maquinaria museo, y con ello, sus inquietudes, fantasías, artes o, sencillamente, ganas de contribuir a un proyecto que se les puso a su alcance, lejos de los formatos habituales y con la única intención de cambiar, aunque sólo sea de forma anecdótica y por una vez, separar por unir y acaparar por compartir.
Puede que las musas aún se hagan esperar, pero mientras tanto, preparamos su retorno.

La restauración. Leyla Miras Pineda, 23
Reivindicando a Venus. Fátima Hernández Martín, 29
Carta con destino a tus costuras. Úrsula Herrera, 33
Cuéntame El Museo Canario. Angélica Castellano Suárez, 37
El maniquí. Mame Hernández Dorta, 43
El rapto de Nefertiti. Carmen del PuertoVarela, 51
La loza. Clío, 55
Mujer, mujer, mujer. Inmaculada Cano Méndez, 65
El bicho-paloma diábolico (y los otros valores vivos del museo). Loly Barreto Hernández, 67
Son ellas. Amelia Martín Martos, 71
El hogar de la memoria. Pilar Galván Hernández, 73
Ábrete a la cultura. Alicia Bolaños Naranjo, 77
La vieja casa vieja. Colola Chinea Brito, 79
Las musas. Elena Acosta Guerrero, 81
Depende. Mª José Vera González, 83
¿Dónde comienza la muerte? Úrsula Herrera, 85
El drago trovador. Marta Medina Jiménez, Yaiza Pérez Trujillo, Ana Sampol Rodríguez, 89
El molinillo de café. María García Morales, 91
El culpa es de Felipe. Patricia Aguaviva Ñíguez, 115
Veintiún años. Carmen Dolores García Hernández, 121
Prohibido no hacer fotos. Mª Eugenia García-Sanjuán, 123
La carretera. Candelaria Rosario Adrián, 129
Mujeres, museos y canon. Yolanda Peralta Sierra, 133
Mi hija es adivina. Erenia Domínguez Baute, 137
Miradas cordobesas: la mentira del pasodoble. Carmen del Puerto Varela, 141
Las conchas olvidadas. Esther Martín González, 143
Saudade de las colecciones. Mayte Henríquez Sánchez, 147
Al otro lado. Carmen Benito Mateo, 151
Comunicando, comunicando, comunicando. Ángeles Pérez Reyes, 155
Arriba, abajo, adentro, fuera. Isabel Expósito Pestano, 157
El tesoro del museo, el museo del tesoro. Lola Acevedo, 163
El astronauta. Leyla Miras Pineda, 165
Cuatro museos sorprendentes. Pilar Alfonso Ledesma, 175
Despierta a la vida tierra dormida. Carmen Nuria Prieto Arteaga, 177
Don Pedro. Leyla Miras Pineda, 181
Vergüenza ajena. El caso de Satjie Baartman. Carmen del Puerto Varela, 193
El homenaje germano. Polimnia, 199
Sin duda, uno de los mejores. Carmen Gloria Rodríguez Santana, 203
El roce hace… Úrsula Herrera, 207
Los objetos pétreos de Mosul. Sara Pérez Cedrés, 211
La noche del encuentro estelar. Úrsula Herrera, 217
La pieza. Ruth Azcárate Miguel, 221
Las musas de nuestros museos. Carmen Marrero del Castillo, 223
Luces. Leyla Miras Pineda, 225
Anaga, Un museo. África Martín Rojas, 231
Monólogo para no llorar. Candi González Domínguez, 233
Mujeres de Historia. Carmen Dolores García Hernández, África Martín Rojas, Carmen Rosa Acosta y Estrella Santana Yánez, 239
Níveo sobresalto. Mame Hernández Dorta, 241
Libr[e]ando batallas. Pilar Galván Hernández, 251
Por un mundo sin violencia. Montse Gutiérrez Álvarez, 255
Que quede claro. Calíope, 257
Geografías. Jennifer Godoy Pérez, 261
La novatada. Carmen Dolores García Hernández, África Martín Rojas, Carmen Rosa Acosta y Estrella Santana Yánez, 263
Querido Óscar. Mayte Henríquez Sánchez, 271
Madonna del Pomodoro. Patricia Vara Mora, 273
Recuerdos. Mame Hernández Dorta, 275
Un lugar profundo. Ruth Rufino García, 283
Tarta Victoria. Ruth Azcárate Miguel, 289
En mi mundo. Teresa Rodríguez Padilla, 293
Una pregunta y responden los expertos. Úrsula Herrera, 295
Sola. Hortensia Navarro Mendoza, 297
El escriba. Carmen del Puerto Varela, 307
Visita abducida a un museo. Carmen Villar Morandeira, 309
Inmigración e integración: Metamorfosis de una guiri. Karina Miller, 321
Cuando una imagen no vale más que mil palabras. Úrsula Herrera, 327
De una pieza. Clío, 329
De sol a sol. Erato, 333
En el laberinto. Leyla Miras Pineda, Mary Pineda González, 337
La rebelión de las musas. Mito y religión en torno a las colecciones del museo. Polimnia, 347
El mal de la aurora. Mari Carmen Naranjo Santana, 357
La chica del convenio. Rosi Abreu López, 361


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