Mercurio Editorial

Catalina Park

Orlando Hernández [Edición, introducción y notas de Agustín Carlos López Ortiz]. Novela. Edición. 2022. cartoné. 15x21 cm. 304 p. ISBN: 978-84-125951-6-1

Orlando Hernández Martín (Agüimes, 1936 - Las Palmas de Gran Canaria, 1997) se inicia en el mundo literario en 1960 con la publicación de Sancocho, un conjunto de seis cuentos de tipología costumbrista. Sin embargo, su demiurgo creativo se dirigirá muy pronto a la dramaturgia y a la dirección escénica de sus obras, en paralelo con su quehacer periodístico en la prensa escrita y en sus programas radiofónicos. Podemos decir que su naturaleza creativa se sustentó durante toda su vida en el teatro y en su profesión periodística. Ahora bien, será en la década de los años setenta cuando vierte parte de su imaginario sobre el género narrativo, dando como producto tres novelas: Catalina Park, Máscaras y tierra (ambas editadas en esta década), y Con las manos llenas de sol, que no se publicó hasta finales de los ochenta.
Antes de que pasemos al análisis de la novela que nos ocupa, repasemos someramente su trayectoria literaria por las décadas sesenta y setenta y el contexto sociopolítico en el que se desenvuelve. En algunas de sus piezas teatrales de tipo costumbrista, elaboradas y estrenadas en la década de los sesenta, ya se recogían el impacto cultural, socio-económico y territorial que estaba produciendo el turismo en Gran Canaria: solo hay que leer El barbero de Temisas (1962) , y fundamentalmente ...Y llovió en Los Arbejales (1965) para comprobar la problemática que conlleva el turismo: las afecciones que produce en el universo cultural de la isla; la interrelación social entre los viajeros del centro y norte de Europa y la población canaria; los nuevos oficios que aparecen en el espacio ocupado (hostelería, construcción de viviendas, servicios turísticos); el uso masificador del territorio (las recalificaciones de terrenos agrícolas a urbanos) y, unido a ello, la corrupción política. Pero será en Catalina Park donde el novelista atestigua con mayor profundidad una nueva visión de la vida, una nueva forma de vivir, de relacionarse con el otro; es un mundo de ostentación y placer que viene radicado en el desarrollo turístico y en el supuesto progreso social.
Fue por el transcurrir de los años setenta cuando su dramaturgia rompió con los cánones clásicos del teatro realista y costumbrista para indagar en otras corrientes escénicas donde presentar sus nuevas preocupaciones: la soledad, la incomunicación, la justicia, la libertad, la dictadura, el pacifismo. La primera obra vanguardista que subió a los escenarios fue Prometeo y los hippies, que se estrenó el 16 de marzo de 1970 en el coliseo Pérez Galdós. Le seguirá La ventana, escrita en 1963, y por cuya obra le fue concedido en 1968 el Premio Nacional de Teatro Pérez Galdós de la Casa de Colón de Las Palmas. En ella nos ofrece un teatro comprometido contra el orden social y político que regía en España (la dictadura de Franco), y, por este motivo, el dramaturgo dudaba en subirla a los escenarios, pues sentía miedo ante la posible respuesta del público y de la censura oficial. La pieza no se representó hasta el 1 de abril de 1971 en el Teatro Pérez Galdós y seguidamente en Madrid, en el Teatro Club Pueblo, dentro de su ciclo «Teatro Difícil». En esta misma línea, escribe Con los puños frente al sol —inicialmente titulada Frente a la luz—, en la que se teatraliza la lucha de un pueblo ante el tirano. Su estreno se produjo el 21 de mayo de 1972 en la capital grancanaria. Un año más tarde inicia nuestro autor, junto al actor Paco Acosta, una gira por diferentes provincias de la Península con El encuentro y Zarandajas, para acabar el 7 de diciembre de 1973 en Madrid, en el escenario del Teatro Club Pueblo.
Mientras, en España, una parte de la sociedad comenzaba a rebelarse en los años sesenta, la conflictividad obrera va creciendo a través de numerosas huelgas, a pesar de los intentos dilatorios de la Organización Sindical. La represión era la única respuesta del franquismo ante el avance sindical y así, entre 1969 y 1970, se proclamaron dos estados de excepción en todo el país. Las pretensiones aperturistas de la dictadura con el Decreto de 30 de abril de 1971, que regulaba el derecho de reunión sindical y la Ley de Convenios Colectivos de 1973 fueron de escasa eficacia, tanto por el lento proceso burocrático como por las contradicciones en las que se basaba esta última al estipular que la Organización Sindical participara como juez y parte. En 1969 Franco designa a don Juan Carlos como su sucesor, pero hasta 1971 no se le reconocería al príncipe la facultad de asumir las funciones interinas de Jefe de Estado. En ese mismo año se produce el escándalo de MATESA, que obliga a un cambio en el gobierno, y se declara una amnistía parcial a tres mil presos políticos. El espacio sindical ya ha sido ocupado por las asociaciones sindicales ilegales, la liquidación de los sindicatos verticales es un hecho, aunque oficialmente no suceda hasta la muerte de Franco. A partir de 1975, es el momento histórico en el que CC.OO. y U.G.T. se consolidan como las centrales sindicales hegemónicas.
A su vez, en el ámbito nacional e internacional se van recogiendo algunas noticias importantes dentro del mundo intelectual, literario y artístico, por ejemplo, en 1970 muere Bertrand Russell y John Dos Passos; en 1972 aparece El último tango en París, de Bertolucci; se publica el ensayo Usos amorosos del dieciocho en España, de Carmen Martín Gaite; en 1973 fallece Picasso; se estrena la obra dramática Anillos para una dama, de Antonio Gala, con gran éxito; en 1974, sube a los escenarios La fundación, de Buero Vallejo, sobre la alienación del hombre contemporáneo; en 1975, Eugenio Montale es galardonado con el premio Nobel de Literatura y Pier Paolo Pasolini es asesinado en Italia; finalmente, sirvan los siguientes títulos como una muestra de las novelas en lengua española que se editan por estas fechas: Si te dicen que caí, de Juan Marsé; El libro de Manuel, de Julio Cortázar; Pantaleón y las visitadoras, de Vargas Llosa; y Yo el supremo, de Roa Bastos.

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