Mercurio Editorial

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Largo oscuro origen

Largo oscuro origen

Víctor Ramírez. Novela. 1 Edición. 2015. cartoné. 15x21 cm. 328 p. ISBN: 978-84-943366-7-6

En Largo oscuro origen, Víctor Ramírez nos demuestra una vez más que el habla canaria tiene unas potencialidades expresivas que no hemos llegado a descubrir aún en toda su riqueza. En el retorcimiento de las estructuras lingüísticas: la conjugación de los tiempos verbales a capricho del hablante, la adjetivación de adverbios y la adjetivación y verbalización de sustantivos, una exploración constante y desinhibida de las muchas posibilidades fónicas, gramaticales y léxicas de nuestra modalidad idiomática…
La primera lectura que hice de Largo oscuro origen fue en mi condición de miembro del Comité Asesor de La Caja Literariacon el fin de decidir la publicación de esa obra.
En mi informe al respecto consigné: «En Largo oscuro origen se cuenta el asesinato del Tunicio desde distintas versiones de los habitantes de Sietesitios entre los que sobresalen el reverendo Rubián (¿por Rufián?) Elizondo, el capitán Chirino Flores, Fatimito del Carmen…, un barrio marginal que podemos situar en las zonas altas de Las Palmas de Gran Canaria por las referencias que se hacen a lugares próximos como la Playa de las Canteras, la Capital, el Puerto, etc.
La insólita y bárbara historia de las páginas de Largo oscuro origen, plagada de miserias miles, zoofilias, pedofilias, incestos y hasta de canibalismo, queda, en las páginas finales de la novela, puesta más que en duda merced al testimonio del supuesto personaje central, el Tunicio, que no resulta ser el mismo que da pie a todo el relato imaginario.
El lenguaje es un ejercicio permanente de libertad creadora, gramatical y léxica, habla popular hechizante el mejor Víctor Ramírez de Cada cual arrastra su sombra y desbordada.
Una obra merecedora de ser publicada por esta Colección aunque necesitada también de una corrección pormenorizada de sus páginas sin atentar contra las valientes construcciones lingüística que se ensayan en todas ellas».
La segunda lectura de Largo oscuro origen la hice en mi condición de presentador hoy de la obra ya impresa, y he de advertirles que desde el principio de una y de otra lectura fui apresado por la fuerza y la magia de una fábula que parece el producto de una sola exhalación verbal, de un vómito feliz de vocablos, entresijos sintácticos, giros fresquísimos del idioma; por la presencia y abocetamiento de más de ciento setenta criaturas sorprendentes, con sus caracteres a cuestas, haciéndolas hablar en sus jergas impredecibles, amarse y odiarse entre ellas, dirigirse a nosotros sin complejos, burlarnos, mentirnos, torearnos como lectores crédulos, excitados, víctimas complacientes de sus sortilegios: una corte de los milagros insular, un fangal de conciencias, un murmullo de brujas de Macbeth, los seres abigarrados de Sierra Maestra de El manuscrito encontrado en Zaragoza, los hombres-insectos de Kafka, los pobres y las prostitutas de Charles Dickens, los marginados y timadores del patio de Monipodio, un excepcional despliegue de ardides picarescos. La literatura en estado puro de tan impuro que es todo en virtud de la hechicería de la lengua, que con tanto desparpajo como maestría maneja Víctor Ramírez desde que leímos por primera vez Cada cual arrastra su sombra, título ya de por sí avisador de lo que se nos venía encima en la literatura narrativa de las Islas Canarias.
La gran literatura es la hecha por grandes desobedientes y, en esa deriva, nadie como Víctor Ramírez en el género al que se ha entregado durante tantos años.
Una obra como Largo oscuro origen exigiría de nosotros, sus críticos circunstanciales, un esfuerzo de imaginación y de escritura parecido al original, o, por lo menos, a su altura. Un esfuerzo de libertad creadora semejante. Pero presentar una obra tiene sus servidumbres hermenéuticas, aclaratorias, y no vamos a rehuirlas.
La primera imagen que viene a mi mente, tras la última lectura de Largo oscuro origen, es la de la piedra que lanzamos al estanque y produce unas ondas expansivas que se alejan con regularidad concéntrica del punto donde se produjo el impacto.
En Largo oscuro origen, las palabras fluyen y crean historias que parten de un eje y se alejan y se acercan a él. Ese eje es la historia del desrisque de «morituro fuereño Tunícico», el joven magrebí, suponemos, hermoso y bien dotado sexualmente que llega a Sietesitios, el Macondo particular de Víctor Ramírez que ya había sido visitado en una obra anterior; la historia del desrisque del joven que enamora y enloquece a hombres y mujeres por igual.
El asesinato del Tunícico una suerte de rito imbunche en clave insular: se le mata por su belleza y por el mal que puede generar ésta, como los indios mapuches chilenos mataban a los niños que nacían excesivamente bellos y destacaban demasiado sobre los demás cosiéndoles todos los orificios de sus cuerpos hasta que degeneraran en monstruos que luego de morir eran reverenciados; el asesinato del Tunícico se extiende por toda la novela y, en buena parte, subordina los otros acontecimientos de los que vamos a tener noticia mediante un narrador-cómplice de todo lo sucedido y de lo no sucedido, pero imaginado, un narrador que se da a conocer en algunas ocasiones: «No se te ocurra contar esto por ahí, Mamelo. Se interpretan torcidamente algunas caridades» era lo que me recomendaba el sacristán con su nerviosismo acentuado» (p. 120), un narrador que se desdobla con frecuencia en otras voces vecinas y que, en las dos últimas páginas, es desmentido de modo implacable por el protagonista de casi toda la narración anterior: el aludido Tunícico, que aparece en su versión verdadera, en posesión de su albedrío, para anular todo lo que hemos oído hasta ese momento con afirmaciones como ésta: «… todas las historias se sustentan en la mentira mitologizada».
Así hemos de tomarnos la novela a partir del concurso de uno de sus personajes, del principal de los personajes. Mentiras serán, por tanto, la historia del reverendo Rubián Elizondo, blanco de todo el anticlericalismo divertido de Largo oscuro origen, líder de los parranderos que dan imaginaria muerte al Tunícico, y amante solemne del efebo Fatimito del Carmen, que llegó al lugar de la mano de Josefo Abad, «samaritano converso y judío [montado] a lomos de una yegua alazana [y] seguido de sus quince últimas esposas sobre asnillos rucios y pardos y pintados de negro sobre blanco lindamente enjaezados con cintajos gualdos y rojos y azul celeste»; o la historia del hacendado Sabino del Matorral, ese ricacho que habla con acento peninsular y se viste de pobre para paladear mejor su fortuna, que compra una y otra vez a la niña Lupita Donata, para devolverla en otras tantas ocasiones a su familia, que sufre insaciabilidad sexual y se desahoga con chiquillos con carita y nalgas de niña, y termina sus días suicidándose y «enropado cabal de Obispo», o la historia de la madre de Sabino, doña Sabina de la Piedad , capaz de casarse, tras la muerte de su hijo, con dos negros jovencísimos y feísimos con el solo fin de no dejar su herencia a una familia que odia; o la historia del capitán Chirino Flores, rival del Tunícico en sus amores con Fatimito del Carmen, torturador de suegras y hombre decisivo en las «épocas del atropello programado y bendecido» vividas en Sietesitios; o la historia de Graciela, enamorada perdidamente del fantasma del Tunícico, con el que hace el amor en cualquier momento y a la vista de todos, o la historia de la coja preñada por el Tunícico que avanza a saltos por los riscos de su entorno orgullosa de sus mellizos; o la historia de Lucio Montemayor, compadre del capitán Chirino Flores «de juergas amargosas y asesinatos patrióticos», que terminará capado por una apuesta de cantina.
Largo oscuro origen es un magma verbal que trenza historias descabelladas y finalmente desmentidas. Un contrato entre un narrador enardecido y unos lectores entregados para mentir y dejarse engañar, respectivamente, mientras las palabras fluyan creando mundos posibles. El narrador, en otra de sus apariciones, no tiene recato en reconocer que está «hablando de una época en que todas las mentiras solían ser verdad y en que todas las verdades solían ser puras mentiras».
Dijo alguien que en cierta forma el incesto es un problema gramatical. Si una comunidad no ha tenido la previsión de dar de alta en su lengua ciertos grados de parentesco, la falta a la ley moral básica que significa la relación entre familiares no existe en esos casos. El incesto en todas sus modalidades, una de las historias contenidas en Largo oscuro origen, es la del viudo que duda entre casarse con su suegra o con su madre; la pedofilia, la zoofilia, el bestialismo y hasta el canibalismo, pasean ante nuestros ojos de lectores de lo que acontece en Sietesitios desprovistos de la inmoralidad que esas desviaciones producirían en cualquier ciudadano de bien, porque el relato ha adquirido tal autonomía, tal proceso de desrealización de la realidad, tal capacidad de legislarse a sí mismo, que lo que acontece en el mundo de todos los días, lo que solemos penalizar en la vida cotidiana, aquí deja de tener sentido, aquí tiene un sentido independiente: el poder de la fábula termina por arrastrarnos hacia su propia lógica interna y disparatada. El mundo puede ser contado de muchas maneras: la pesadilla es una de tantas. Y la literatura está para esos cometidos.
Todas esas criaturas anormales inventariadas y gestionadas por Víctor Ramírez, todos esos humillados y ofendidos, para decirlo con el título de Dostoievski, desprecian la lógica existencial convencional, viven al margen de cualquier código moral, y se entienden en un lenguaje del que ha sido despedida la gramática.
Quizá sea esta simbiosis de vida y lenguaje uno de los aciertos mayores de la literatura de Víctor Ramírez: vidas rotas y palabras rotas, vidas sin énfasis y palabras sin énfasis, la libertad dejando hacer en todos los casos.
En Largo oscuro origen, Víctor Ramírez nos demuestra una vez más que el habla canaria tiene unas potencialidades expresivas que no hemos llegado a descubrir aún en toda su riqueza. En el retorcimiento de las estructuras lingüísticas: la conjugación de los tiempos verbales a capricho del hablante, la adjetivación de adverbios y la adjetivación y verbalización de sustantivos, una exploración constante y desinhibida de las muchas posibilidades fónicas, gramaticales y léxicas de nuestra modalidad idiomática; en el retorcimiento de esas estructuras, Ramírez descubre una música especial para el instrumento del que se vale para allegarnos sus historias. No es la música del español caribe, ni la del español italianizado de Argentina, es el hallazgo de un discurso hecho trizas y vuelto a armar, es el descabello de la norma y su redescubrimiento particular y ya liberada de todo prejuicio canónico, como podemos comprobar en algunos ejemplos: «Pronunciará nuestro párroco con inevitable fruición sus latines incomprensibles y casi siempre inventados. Se recreaba en el silabeo, especialmente en las erres y las zetas: sin dejar de rociar con el ron bendecido -¿o ginebra?- al fuereño morituro Tunícico de sueño melancólico nostálgico de beodez impuesta y con su cafetuno miembro viril flácido a la vista intemperie de todos».
Juan Manuel García Ramos
O: «Usted debe saber que los cochinos verracos cuando coyundan se quedan amartelados. Incluso acaban quedándose dormidos. Tiene la cuca el verraco como barrenita de carpintero, en hélice. Tarda mucho en eyacular: yo he sido testigo de eso y de mucho más».
O: «Pero se levantó por los ruidos del portón abriéndose ferrugiento».
O: «¿Pues no van y nos murmuran a lengua descubierta sin tapujos que suicidamos al Tunícico fuereño de la pinga bíblica y que yo lo descuarticé y negocié sus carnes y huesos y vísceras a buen precio con los principales de la localidad…?».
Víctor Ramírez no sirve a la lengua, se sirve de la lengua para desplegar toda su capacidad de invención sin trabas de ninguna índole, fundando la expresión y no siendo vasallo de ella, una categoría creadora que hace muchos años otros pusieron en práctica dentro de la literatura narrativa occidental, desde Joyce a Celine, desde Guillermo Cabrera Infante a Roberto Bolaño, por poner algunos casos significativos de nuestra lengua española común.
Siempre se ha dicho que José Jorge Oramas rescató para la historia del arte la belleza oculta de los riscos capitalinos de Gran Canaria; todavía no se ha dicho que Víctor Ramírez los ha convertido en literatura excepcional. Las espátulas, pinceles y cromatismos de Oramas se convierten, dentro la narrativa de Víctor Ramírez, en centelleos verbales capaces de apresar los mínimos y máximos estados del alma humana. Me he llevado una sorpresa leyendo ahora Largo oscuro origen, como me la llevé en su día leyendo Cada cual arrastra su sombra o Cuentos cobardes.
Dentro de la literatura canaria no hay un desobediente más original que Víctor Ramírez; él sigue redactando sus novelas y sus relatos a su aire, al margen de toda clase de modas y academicismos, algo que hay que agradecerle en este tiempo de tanta confusión comercial y de tanta poesía de la nada. La colección de La Caja Literaria se ha honrado incluyendo en su catálogo su última obra.
La insólita y bárbara historia de las páginas de Largo oscuro origen, plagada de miserias miles, zoofilias, pedofilias, incestos y hasta canibalismo, queda, en las páginas finales de la novela, puesta más que en duda merced al testimonio del supuesto personaje central, el Tunicio, que no resulta ser el mismo que da pie a todo el relato imaginario.
Juan Manuel García Ramos.
Por su parte, Luis León Barreto, proclama que “en una cosa admiro al compañero escritor y sin embargo amigo, Víctor Ramírez: en su fe militante, en su capacidad para mantenerse en el ruedo. Víctor es hombre explosivo, que no se anda con rodeos, que proclama su fe allí donde va”. También señala el autor palmero que “entiende el autor la escritura como una forma de solidaridad primaria con su pueblo, con esa masa de lectores y no-lectores, con ese público indeterminado que no puede apreciar la literatura hecha en las islas, esa literatura marginada por tantos y que, a pesar de todo, sale a flote”.
Personalmente, le fui siguiendo la trayectoria, el rastro, a todo lo que produjo Víctor Ramírez y al que me encontré ofreciendo su opinión en los numerosos artículos aparecidos en Diario de Las Palmas, gracias a las puertas que le abrió el desaparecido director Santiago Betancort Brito. Víctor refleja en su conversación y en sus escritos el profundo amor a esta tierra y no oculta para nada su inclinación independentista. Pero no es un independentista cerrado e intransigente que ve enemigos por todas partes o que culpa de los males de Canarias a los que colonizan esta tierra. Él reconoce que personas peninsulares le han ayudado más que otras, que sí son nativas pero que tienen una mente estrecha y se comportan como “godos” y no como compatriotas de la patria canaria.
Recordemos otras obras de Víctor Ramíez: Arena rubia, La tercera mitad del cariño, Precisamente, Guirres sin alas, “...que Machanguita?, etc.
Pero es polifacético. Además de sus obras en prosa, escribe también poesía aparece en emisoras de radio, como comentarista o realizando programas, le encanta cantar y escribir corridos y rancheras. Es, a veces, tan mejicano como el fallecido Premio Nobel colombiano, Gabriel García Márquez, que guarda ciertas con nuestro escritor cierta semejanza. Mucho antes de que escribiera “Nos dejaron el muerto”, editó en 1976, con el profesor y escritor Rafael Franquelo, con el que ha coincidido en otras publicaciones, una antología de textos de la literatura canaria, en la que figuran 97 autores isleños.
Ha contribuido a una siembra de semilla en esa escuela sometida, según recalca una y otras vez, “a la “ignorantación” del sistema educativo”, que bajo mi punto de vista, está dando sus buenos frutos, tanto por la creatividad, cada vez mayor, originada en las islas, como por el conocimiento de lo que se realiza actualmente y de lo que se elaboró en el pasado. Pero hay que insistir, no cejar en la tarea de culturizar a este pueblo.
Tenemos en Canarias, en nuestros escritores, un mundo de fantasías, de anhelos, de utopías, de quimeras que deben salir a flote y ser conocidas por las futuras generaciones. Es una responsabilidad que han de asumir quienes influyen sobre los niños que aprenden y los jóvenes que se forman. Un deber de profesores, de las instituciones, de los políticos y, como no, de los padres. Es un derecho inalienable y no puede estar vetado a nadie. Se trata de abrir mentes, fomentar la iniciativa propia, la crítica, la toma de decisiones, el impulso a salir de los pozos en los que nos han metido, o, a veces, en el que hemos entrado voluntariamente.
“Víctor vuelve a mostrar en esta novela que es nuestro escritor más cercano, el que mejor se mueve en los bordes de la ciudad, en las laderas duras y desnudas, pobladas por quienes añoraban un campo que nunca fue de ellos, pero donde se quedaron para siempre sus recuerdos, su cultura, sus sueños, sus muertos”. Es lo que opina Faustino García Márquez de Largo oscuro origen.
...”Me embarga cierta emoción, cuando puedo volver a disfrutar de un hecho de estas características referenciado a mi realidad más inmediata, la canaria; pues uno tiene la sensación de que Víctor Ramírez logra así, como lo han hecho también algunos pocos autores, regalar a las Islas un mayor bagaje identitario”, escribe sobre que Machanguita?, el periodista y escritor Antonio G. González.


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